rizo que con malicia y travesura,
a la trenza que enroscas en tu cuello
robé como reliquia de hermosura.
Para adquirir; ¡oh, diosa!, tal tesoro,
Rothschild y Vanderbilt son muy pequeños;
con este breve pedacito de oro
voy a comprar el mundo de los sueños.
¡Aquí está!... si me acerco, si respiro,
en el blanco papel bulle travieso;
Por eso, triste, sin hablar, lo miro,
¡y con los ojos nada más lo beso!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario