sus crespas olas la mar rompió;
deja que pronto de aquí me vaya,
que ya la Tierra se obscureció.
Ven a mi lado, suelta los remos;
ven, un momento reposa aquí,
y los luceros brotar veremos
en ese manto de azul turquí.
No temas nada; la mar se calma,
las olas duermen: ¡aquí está Dios!
Ven, y juntemos alma con alma
para que juntas digan adiós.
La noche llega: de joyas ricas,
sus negros cofres abre al volar,
y tu flotante falda salpica
la blanca espuma que forma el mar.
Corre la ola tras de la ola,
en pos de Vésper, Sirio brotó:
todo se busca; la playa sola
como enlutada despareció.
Deja que agiten tu negra trenza
las frescas brisas al revolar;
ya la tranquila noche comienza
y entre las sombras se puede amar.
El alto faro su luz enciende,
las anchas velas se pierden ya,
el pez saltando las olas hiende
y la gaviota dormida está.
Dame tus manos: quiero tenerlas,
para abrigarme con su calor:
cárcel de conchas tienen las perlas,
¡cárcel de almas tiene el amor!
En esta débil barca que oscila
sobre el abismo vamos los dos:
amor escondes en tu pupila,
como en los cielos se oculta Dios.
Abre los ojos: no mires triste
cómo las olas van a morir.
se abre el abismo, como tú abriste
tu tumba de virgen al porvenir.
La blanca estela que el barco deja
cual vía láctea del mar se ve,
ven: mientras tibia la luz se aleja,
en mis rodillas te sentaré.
Entre corales, Nereida hermosa
su rubia trenza torciendo está;
con verdes ojos nos ve envidiosa
y a flor de agua se asoma ya.
Ufano riza tu cabellera
el aire blando que sopla aquí;
las olas mueren en la ribera,
mas tu cariño no muere en mí.
Si tienes miedo, secreto nido
entre mis brazos te formaré,
y como a un niño que va dormido
con anchas pieles te cubriré.
Gimiendo el agua la barca mece;
la blanda brisa te arrullará,
mientras mi mano que se entumece,
entre tus bucles se esconderá.
Mira: mi remo las olas abre,
hacía la playa tuerzo el timón.
su negro seno la mar entreabre,
¡pero más negros tus ojos son!
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