martes, 24 de noviembre de 2020

De Margarita

Un rizo tengo aquí de tu cabello:
rizo que con malicia y travesura,
a la trenza que enroscas en tu cuello
robé como reliquia de hermosura.

Para adquirir; ¡oh, diosa!, tal tesoro,
Rothschild y Vanderbilt son muy pequeños;
con este breve pedacito de oro
voy a comprar el mundo de los sueños.

¡Aquí está!... si me acerco, si respiro,
en el blanco papel bulle travieso;
Por eso, triste, sin hablar, lo miro,
¡y con los ojos nada más lo beso!

-Manuel Gutiérrez Nájera.



jueves, 12 de noviembre de 2020

Crepúsculo

La tarde muere: sobre la playa
sus crespas olas la mar rompió;
deja que pronto de aquí me vaya,
que ya la Tierra se obscureció.

Ven a mi lado, suelta los remos;
ven, un momento reposa aquí,
y los luceros brotar veremos
en ese manto de azul turquí.

No temas nada; la mar se calma,
las olas duermen: ¡aquí está Dios!
Ven, y juntemos alma con alma
para que juntas digan adiós.

La noche llega: de joyas ricas,
sus negros cofres abre al volar,
y tu flotante falda salpica
la blanca espuma que forma el mar.

Corre la ola tras de la ola,
en pos de Vésper, Sirio brotó:
todo se busca; la playa sola
como enlutada despareció.

Deja que agiten tu negra trenza
las frescas brisas al revolar;
ya la tranquila noche comienza
y entre las sombras se puede amar.

El alto faro su luz enciende,
las anchas velas se pierden ya,
el pez saltando las olas hiende
y la gaviota dormida está.

Dame tus manos: quiero tenerlas,
para abrigarme con su calor:
cárcel de conchas tienen las perlas,
¡cárcel de almas tiene el amor!

En esta débil barca que oscila
sobre el abismo vamos los dos:
amor escondes en tu pupila,
como en los cielos se oculta Dios.

Abre los ojos: no mires triste
cómo las olas van a morir.
se abre el abismo, como tú abriste
tu tumba de virgen al porvenir.

La blanca estela que el barco deja
cual vía láctea del mar se ve,
ven: mientras tibia la luz se aleja,
en mis rodillas te sentaré.

Entre corales, Nereida hermosa
su rubia trenza torciendo está;
con verdes ojos nos ve envidiosa
y a flor de agua se asoma ya.

Ufano riza tu cabellera
el aire blando que sopla aquí;
las olas mueren en la ribera,
mas tu cariño no muere en mí.

Si tienes miedo, secreto nido
entre mis brazos te formaré,
y como a un niño que va dormido
con anchas pieles te cubriré.

Gimiendo el agua la barca mece;
la blanda brisa te arrullará,
mientras mi mano que se entumece,
entre tus bucles se esconderá.

Mira: mi remo las olas abre,
hacía la playa tuerzo el timón.
su negro seno la mar entreabre,
¡pero más negros tus ojos son!

-Manuel Gutiérrez Nájera.



jueves, 5 de noviembre de 2020

Del libro azul

Si mi secreto queréis que os diga,
cerrad, si os place, vuestro balcón:
temo que un Silfo, mi buena amiga,
en sus alitas llevar consiga
átomos de oro de mi pasión.

¿Queréis que os hable de mis amores?
Pues aguardemos a que a que las las flores
quietas se duerman en el jardín;
odio las brisas por lo curiosas,
y me recato de aquellas rosas
que aquí perfuman el camarín.

Ya veis, señora, si soy discreto,
si avaricioso guardo el secreto,
de luz, de aroma, de brisa y flor;
mi alma es sagrario y urna cerrada,
donde lo llevo, perla guardada
en concha nácar, nido de amor.

Nadie lo sabe, nadie ha podido,
luz o silencio, sombra o rüido,
este secreto nunca saber.
Entre sus hojas, cual la violeta,
va con mi alma, dormida y quieta,
la casta imagen de esa mujer.

Soy como avaro que su tesoro,
sus ricas perlas, sus torres de oro,
guarda en el fondo de viejo arcón;
y cuando mi alma siente tristeza,
para ahuyentarla con su riqueza
va de puntillas al corazón.

Contemplo el oro de su cabello,
sus ojos claros, su terso cuello,
sus brazos blancos de rosa-té;
y porque no entre la luz curiosa,
mis ojos luego cierra medrosa,
¡pensando acaso que el Sol nos ve!

Si mi secreto queréis que os diga,
cerrar entonces vuestro balcón:
temo que un Silfo, mi buena amiga,
en sus alitas llevar consiga
átomos de oro de mi pasión.