Si mi secreto queréis que os diga,
cerrad, si os place, vuestro balcón:
cerrad, si os place, vuestro balcón:
temo que un Silfo, mi buena amiga,
en sus alitas llevar consiga
átomos de oro de mi pasión.
¿Queréis que os hable de mis amores?
Pues aguardemos a que a que las las flores
quietas se duerman en el jardín;
odio las brisas por lo curiosas,
y me recato de aquellas rosas
que aquí perfuman el camarín.
Ya veis, señora, si soy discreto,
si avaricioso guardo el secreto,
de luz, de aroma, de brisa y flor;
mi alma es sagrario y urna cerrada,
donde lo llevo, perla guardada
en concha nácar, nido de amor.
Nadie lo sabe, nadie ha podido,
luz o silencio, sombra o rüido,
este secreto nunca saber.
Entre sus hojas, cual la violeta,
va con mi alma, dormida y quieta,
la casta imagen de esa mujer.
Soy como avaro que su tesoro,
sus ricas perlas, sus torres de oro,
guarda en el fondo de viejo arcón;
y cuando mi alma siente tristeza,
para ahuyentarla con su riqueza
va de puntillas al corazón.
Contemplo el oro de su cabello,
sus ojos claros, su terso cuello,
sus brazos blancos de rosa-té;
y porque no entre la luz curiosa,
mis ojos luego cierra medrosa,
¡pensando acaso que el Sol nos ve!
Si mi secreto queréis que os diga,
cerrar entonces vuestro balcón:
temo que un Silfo, mi buena amiga,
en sus alitas llevar consiga
átomos de oro de mi pasión.
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