del mundo anhelo febril de la vida:
con el lujo la miseria confundida,
vaho sangriento de mil fúnebres festines,
espasmos de deleite, afanes, espantos,
manos criminales, de usureros, de santos;
a humanidad con sus ansias y temores,
a la vez que sus caídos y pútridos olores,
transpira santidades y pasiones groseras,
se devora ella misma y devuelve después lo tragado,
incuba nobles artes y bélicas quimeras,
y adorna la ilusión la casa en llamas del pecado;
se retuerce y consume y degrada
en los goces de la feria de su mundo infantil,
a todos les resurge radiante y renovada,
y al final se les trueca en polvo vil.
Nosotros, en cambio, vivimos las frías
mansiones del éter cuajado de mil claridades.
Sin horas ni días.
Sin sexos ni edades.
Y vuestros pecados y vuestras pasiones
y hasta vuestros crímenes no son distracciones,
igual que el desfile de tantas estrellas por el firmamento.
Infinito y único es para nosotros el menor momento.
Viendo silenciosos vuestras pobres vidas inquietas,
mirando en silencio girar los planetas,
gozamos el gélido invierno espacial.
Al dragón celeste nos une amistad perdurable;
es vuestra existencia serena, inmutable.
Nuestra eterna risa, serena y astral.
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